Juan Pablo Prado Bolaños era miembro del pueblo Kokonuco, pero durante muchos años había vivido y defendido los derechos del pueblo Awá. Durante doce años fue maestro en el resguardo Piguambí en Palangala, Tumaco y trabajó con la comunidad para desarrollar apoyos para la educación primaria de los niños indígenas. También fue miembro de la Guardia Indígena, (Guardia Indígena).
En la noche del 3 de septiembre de 2020, Juan Pablo salía de la escuela cuando varios hombres se le acercaron y le dispararon varias veces. Resultó gravemente herido y murió a causa de sus heridas camino al hospital. Anteriormente había denunciado haber recibido amenazas de muerte.
Los líderes awás emitieron un comunicado tras el asesinato.
“Juan Pablo, conocido en las comunidades como Kokonuco, llegó a nuestra tierra hace muchos años y con su amor y sacrificio por el Pueblo Awá se hizo uno de nosotros. Originario del pueblo Kokonuco Cauca, indio de sangre guerrera, dedicó su vida a ser guía y consejero de los más pequeños, compartiendo con los niños de primaria las diferentes etapas de su propia educación.
Hoy los niños del Centro Educativo Piguambí Palangala han perdido a su maestro, y con el alma destrozado nos vemos obligados a despedirnos de un gran compañero, un maestro, un guardia, nuestro hermano.
JUAN PABLO fue amenazado, al igual que otros líderes del consejo, por trabajar como maestro, por actuar como líder y guardia indígena Awá, defendiendo los derechos de nuestras comunidades. Fue atacado por hablar en nombre de los indígenas, por defender sus derechos y por defender nuestro territorio. Ante estas amenazas había solicitado protección a la Unidad Nacional de Protección, la cual nunca le brindó la protección requerida.
A los sicarios que persiguen a los líderes indígenas, a los maestros, a los guardias indígenas Awá ya nuestros líderes, ya no les importa a quién asesinan, y parece que a las autoridades nacionales tampoco. Es escandalosa la pasividad del gobierno nacional y del Ministerio Público. Cuántos más tienen que morir bajo el fuego despiadado de las balas asesinas para que el Estado colombiano haga algo para evitar este etnocidio”.
Al momento de escribir este artículo, catorce líderes indígenas habían sido asesinados en los primeros 9 meses de 2020.