Wilmar Carvajalino era un líder comunitario en la comunidad de Micoahumado, una región montañosa en el sur del departamento de Bolívar, rica en recursos naturales incluyendo yacimientos de oro con fuerte presencia de miembros de la guerrilla del ELN.
Carvajalino era miembro de la Cooperativa Transportadora de Micoahumado (COOTRASMIC) y trabajaba como conductor para la Asociación Agrominera del Sur de Bolívar, una organización activa en la defensa de los derechos de mineros y campesinos de la localidad, en su mayoría poblada por personas desplazadas internamente por el conflicto armado de otras zonas rurales de Colombia.
El 10 de mayo, Carvajalino conducía una camioneta de la Asociación a través del corregimiento de La Arcadia en el trayecto hacia Micoahumado, cuando a las 2:40 de la tarde varios sujetos armados lo emboscaron, lo bajaron del vehículo y le propinaron 5 disparos que le quitaron la vida.
El líder comunitario iba acompañado de Pablo de Jesús Santiago, líder del corregimiento Micoahumado y fiscal de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar.
Este es el segundo asesinato de un líder en una misma semana, en el municipio Morales. El 8 de mayo mataron, también a balas, al aspirante al concejo de Morales, Belisario Arciniegas García. La comunidad en la zona advirtió a las autoridades de un posible desplazamiento de líderes sociales que trabajan en el sur de Bolívar.
Durante décadas, las comunidades rurales y remotas de toda Colombia, incluida Micoahumado, se han visto afectadas por la violencia y las violaciones de los derechos humanos por parte de la guerrilla, los paramilitares y las fuerzas de seguridad. En muchos casos, esto ha provocado desplazamientos forzados y tensiones sobre la propiedad de la tierra por el uso de los recursos naturales. Esto ha sido exacerbado por la falta de una presencia estatal fuerte en las zonas remotas del país.