By Ligimat Perez for Front Line Defenders
Santiago Maldonado desapareció el 1 de agosto del 2017, mientras protestaba por el derecho a la tierra. No por el suyo, dado que había nacido en el seno de una familia próspera de la provincia de Buenos Aires. El día en que desapareció protestaba por el derecho del pueblo indígena Mapuche a un pedazo de la Patagonia argentina.
Su cuerpo fue encontrado meses después, el 17 de octubre del 2017. Aún hoy, las circunstancias de su muerte no están claras para muchos. El juez de la causa, Gustavo Lleral, falló que no hubo crimen: “Maldonado falleció por ahogamiento, sumersión, en un cuadro coadyuvado por hipotermia”, omitiendo que la autopsia también determinó que se trató de una “muerte violenta”.
Pero varios testigos y los familiares afirman que se trató de una desaparición forzada. Aseguran que al joven de 28 años se lo llevó la gendarmería (organismo de seguridad militar) en las cercanías del río Chubut donde fue visto por última vez, durante la represión a la protesta de la comunidad Pu Lof en Resistencia.
El caso se ha convertido en una gran polémica en Argentina resucitando el fantasma de las desapariciones forzadas de la dictadura e intensificando la polarización en el país: Numerosas protestas, algunas con la presencia de la ex presidenta Cristina Kirchner, debates televisivos, editoriales en los medios, afiches y pinturas con el rostro de Santiago en las calles y en muros de la redes sociales.
Para nada el típico defensor de derechos humanos – “El lechuga” como era conocido en la Universidad de la Plata donde estudió Bellas Artes, era un apuesto mochilero, llevaba rastas (dreadlocks), vivía de hacer tatuajes y artesanías y había adoptado una vida nómada haciendo suyas muchas de las causas en su camino las cuales plasmaba luego en murales callejeros.
Si había un leitmotiv en la obra que dejó era la tierra: “Creía que todos teníamos derecho a tener un pedazo de tierra desde que nacíamos” dice Sergio Maldonado, su hermano mayor quien ha tomado las riendas de la protesta y se convertido en el principal vocero de los Maldonado. Algunos de sus murales hablaban de ello, desde su postura en contra de los pesticidas, hasta el derecho de los pueblos originarios a la tierra.
Maldonado quien desde abril de 2017 estaba residenciado en la región patagónica de El Bolsón, había ido hasta Cuchamen donde se unió a la protesta de la comunidad Pu Lof en Resistencia. Desde 2015 el pueblo mapuche ocupaba allí un segmento del gran lote de terrenos comprados por el empresario Luciano Benetton, del famoso emporio italiano de la ropa. Los Mapuche consideran estas sus tierras ancestrales.
La disputa de tierras entre los mapuche y Benetton ya va para dos décadas. En 2002, una comunidad mapuche fue acusada de usurpación tras volver a su tierra ancestral (625 hectáreas de las 900.000 que compró Benetton en cuatro provincias argentinas). Luego de intentos infructuosos de solucionar el conflicto, fueron desalojados. La historia se repitió en 2007, y otra vez en 2015.
Estos años de conflicto no han rendido frutos para los mapuche. Sus líderes han sido perseguidos tanto en Chile como en Argentina, han sido calificados de terroristas y su protesta a ambos lados de la frontera ha sido criminalizada y reprimida con un exceso de violencia denunciado en repetidas ocasiones.
Tal violencia caracterizó la represión del 1º de agosto de 2017 en Chubut, lugar y día en que Santiago Maldonado fue visto por última vez.
Si bien la muerte de Santiago sigue siendo un misterio, no hay dudas sobre la lucha que los mapuche y muchos otros pueblos indígenas libran hoy día en Latinoamérica ante el predominio de mega proyectos, monocultivos y obras de ingeniería que amenazan lo que queda de sus territorios ancestrales.
Según cifras de Front Line Defenders*, solamente el año pasado cerca de 250 personas fueron asesinadas en diversas partes del mundo por su trabajo en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, el derecho a la tierra y los derechos ambientales.
“No es que la vida de Santiago valga más que otra vida. Es que si su muerte queda impune se sienta un mal precedente, dice Sergio Maldonado. En la Argentina se luchó mucho por los derechos humanos y a raíz de las desapariciones… Esto es un retroceso”.
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* Front Line Defenders (FLD) se fundó en Dublín en 2001 con el objetivo específico de proteger a las personas defensoras de derechos humanos en peligro, aquellas que trabajan, sin violencia, por alguno o todos los derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH).